La novela fantástica que te cautivará para siempre.

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Título: EDELWEISS DE NUME. LA SOMBRA BAJO EL VIENTO.

Editorial: Era Distribuidora: Disfer

Autora: Melina Vázquez Delgado

ISBN 978-84-96561-22-9

domingo, 27 de febrero de 2011

Microcuento para leer en un momento.





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EL MIEDOSO.


En un acopio de valor se dio media vuelta, y tal y como había imaginado, se estremeció. 

Daba igual a donde fuera: ¡Aquella maldita sombra llevaba siguiéndole desde el amanecer!



Tras mucho escribir, he comprobado que en realidad, desde la novela más larga hasta el micro cuento más pequeño  tienen muchos puntos en común entre sí: porque en realidad, toda historia tiene su oportunidad de hacerse un hueco en el corazón del lector.
¿Que tiene más mérito, hacerlo en muchas horas de lectura, o en el breve instante que nos lleva leer un par de líneas? Es cierto que es más laborioso escribir una gran historia, y conseguir que el lector continúe pegado al libro a cada párrafo, pero también es cierto, que es muy difícil crear una historia con introducción, nudo y desenlace, en pocas líneas; y lo realmente complicado, es lograr que ese diminuto "fragmento" cale en el corazón del lector, lo que solo se consigue creando un armonioso pero sorprendente giro final.
Por eso, nadie debería subestimar el poder de dos líneas, igual que nadie menosprecia la velocidad de un corredor de fondo frente a uno de corta distancia. A veces, dos líneas pueden hacernos pensar más, y rebuscar más significados, que una novela de cientos de páginas. 


 Melina Vázquez.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Yo: perro.

Por: Melina Vázquez

http://rinoaunica.mforos.com




Yo: perro.


Hola a todos. Soy un vecino perro que reside en Arteixo desde hace un tiempo. Que nos os sorprenda este artículo: evidentemente, los perros no sabemos mecanografía, pero sí sabemos hablar con nuestras expresivas miradas, y los humanos que realmente nos quieren saben entendernos. Es por eso que estoy dictándole esta carta a mi amo.
El caso es que me siento discriminado. Necesito zonas verdes y aire libre, para correr y hacer mis necesidades; cosas de perros, ya sabéis... Sin embargo, las pocas zonas verdes que hay en el municipio, tienen unos feos carteles en los que hay un dibujo de un perro suelto tachado con una línea roja. Tanto yo como mis amigos perrunos de Arteixo nos preguntamos: «Entonces ¿Dónde podemos correr?» Porque como imaginareis, un perro que vive en un piso humano, necesita cierto espacio para estirar las piernas. Está en nuestra naturaleza: con pasear de la correa no basta.
Siento molestar  a aquellos transeúntes que se cruzan en nuestro camino al pasear, y nos miran con temor mientras intentan alejarse todo lo posible. A veces incluso le protestan a mi dueño por simplemente ir con un perro; se piensan que por ser de esta especie, ya soy agresivo. ¿Esa actitud discriminatoria en el mundo de los humanos no se llama racismo? Pues en el mundo de los perros también debería haber una palabra para denominar este temor injustificado… ¿Qué tal suena «perricismo»? Creo que se lo propondré a la real academia española.  
No me siento querido. Yo lo único que quiero es olisquear a la gente y los olores que me rodean, hacer nuevos amigos, corretear por la hierba… y si me dejan, jugar o lamer a otros perros y humanos. Mi amo es responsable y va detrás de mí con sus bolsitas blancas; tiene buenas ganas de limpiar lo que se fabrica en mis tripas… aunque lo quiero mucho, si el caso fuera al revés, yo no creo que hiciese lo mismo por él.
—Mi amo me puede soltar tranquilamente, sabe que soy un perro pacífico —le decía el otro día a una señora, que se puso a gritar como una histérica solo por verme suelto a varios metros de ella.
—Señora, tranquila, no se crea que yo como cualquier cosa —le dije—. Pero claro, aquella señora no hablaba el lenguaje de los perros, porque era evidente que no le gustamos,  y para entendernos, hay que querer hacerlo, y observar nuestras miradas con atención. Creo que me presentaré a algún cargo político en Arteixo. Me parece una injusticia que haya zonas para que jueguen los niños humanos, zonas para esos trastos de dos ruedas llamados bicicletas (en los que mi dueño me tiene prohibido montar, o perseguirlos), zonas para aparcar coches, zonas peatonales para humanos… ¡pero no haya ni una sola zona en la que esté permitido soltarnos a nosotros, los perros! ¡Nosotros también tenemos derechos, aunque siempre nos veáis doblados a cuatro patas, y parezca que no hablamos o no nos enteramos de nada!