—¡Si que está fuerte el alado, para que con un par de enclenques alas pueda sostenerle el pulso a mis vigorosas zarpas! —Gruñó el gato en sus adentros, relamiéndose mientras sujetaba al pajarillo por las plumas de su cola sin que este percibiera nada.
—Que irónica es la vida, que te deja creer que controlas algo solo para que no gires la vista —Gruñó el leopardo divertido, puesto que ya llevaba un buen rato pisándole la cola al gato.
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